miércoles, 27 de julio de 2011

Narrativa gotica o de terror


La narrativa gótica o de terror es un género literario relacionado estrechamente con el de terror y subsumido en éste, al punto de que es difícil diferenciar uno del otro. De hecho, no puede decirse que existiera la novela de terror hasta la aparición del terror gótico.
Es una clase de textos incluida dentro del subgénero novela, inscrito a su vez en el archigénero épico o narrativo. Es preciso distinguirla de la narración popular fantástica (folklore) y de los cuentos tradicionales de aparecidos, porque se desarrolla fundamentalmente desde fines del siglo XVIII a la actualidad y posee características distintas, asociadas en general con el movimiento estético conocido como Romanticismo. En algunos manuales de literatura se hace referencia a la novela gótica también como novela negra,[1] si bien este término puede dar lugar en la actualidad a equívocos.
Estrictamente hablando, la primera novela gótica fue El castillo de Otranto (1765) de Horace Walpole y la última Melmoth el errabundo (1815) de Charles Maturin. Entre estos dos autores escribieron Vathek de William Beckford (1786, originalmente en francés), Los misterios de Udolfo de Ann Radcliffe (1794), Las aventuras de Caleb Williams de William Godwin (Londres, 1794), El Monje de Matthew Lewis (1796) y Manuscrito encontrado en Zaragoza de Jan Potocki (1805).
Posteriormente existe una literatura de terror que más o menos se inspira en estas obras canónicas del género y a veces se mezcla con otros géneros. A ella pertenecen obras como La abadía de Northanger de Jane Austen, que es en realidad una parodia de Los misterios de Udolfo; Jane Eyre de Charlotte Brontë o Cumbres borrascosas de su hermana Emily Brontë; las invenciones góticas de Edgar Allan Poe; Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley, que es en realidad la primera novela de ciencia-ficción; Drácula de Bram Stoker.



Las características de este género pasan por una ambientación romántica: paisajes sombríos, bosques tenebrosos, ruinas medievales y castillos con sus respectivos sótanos, criptas y pasadizos bien poblados de fantasmas, ruidos nocturnos, cadenas, esqueletos, demonios... Personajes fascinantes, extraños y extranjeros, peligro y muchachas en apuros; los elementos sobrenaturales pueden aparecer o sólamente ser sugeridos. La ubicación elegida, en tiempo y espacio, respondía a la demanda de temas exóticos característica del medievalismo, el exotismo y el orientalismo.
En España cultivaron el género José de Urcullu, traductor de Cuentos de duendes y aparecidos, Londres, 1825. Agustín Pérez Zaragoza, traductor, refundidor y autor de los doce volúmenes de Galería fúnebre de espectros, aparecidos y sombras ensangrentadas, 1831. Antonio Ros de Olano, Gustavo Adolfo Bécquer, con sus Leyendas en prosa y José Zorrilla, con sus leyendas en verso, Miguel de los Santos Álvarez y Pedro Antonio de Alarcón con algunos de sus Cuentos.
Pese a que no existió un movimiento definido como en otras partes de Europa, diversos escritores rusos incursionaron también en el género aportando relatos que guardan como tema principal las brujas, los hombres lobos y personajes propios del folclore eslavo. El primer autor, y más prolífico, en dedicar su pluma a los relatos de terror es Gógol, con algunos cuentos cortos como Viy (que cuenta con más de una adaptación cinematográfica), La noche de San Juan, y La noche de mayo o la ahogada. Otros autores rusos que introdujeron historias de terror fueron, Baratynski (El anillo), Somov (El hombre lobo), Karamzin (La isla de Bornholm) y Lermontov (Stuss).
Introducción
El adjetivo gótico deriva de godo, aunque en el contexto de este subgénero literario remite a que gran parte de estas historias trascurren en castillos y monasterios medievales. En sentido estricto, el terror gótico fue una moda literaria, fundamentalmente anglosajona, que se extendió desde finales del siglo XVIII hasta finales del siglo XIX, como reacción al Racionalismo. En la literatura de terror moderna los viejos arquetipos no desaparecieron totalmente.
El movimiento gótico surge en Inglaterra a finales del siglo XVIII. El renacimiento del gótico fue la expresión emocional, estética y filosófica que reaccionó contra el pensamiento dominante de la Ilustración, según el cual la humanidad podía obtener el conocimiento verdadero y obtener felicidad y virtud perfectas; su insaciable apetito por este conocimiento dejaba de lado la idea de que el miedo podía ser también sublime.
Las ideas de orden de la Ilustración van siendo relegadas y dan paso a la afición por el gótico en Inglaterra y así se va abriendo el camino para la fundación de una escuela de la literatura gótica, derivada de modelos alemanes.
Las narrativas góticas abundan entre 1765 y 1820, con la iconografía que nos es conocida: cementerios, páramos y castillos tenebrosos llenos de misterio, villanos infernales, hombres lobo, vampiros, doppelgänger (transmutadores, o doble personalidad) y demonios, etc..
Los ingredientes de este subgénero son castillos embrujados, criptas, fantasmas o monstruos, así como las tormentas y tempestades, la nocturnidad y el simple detalle truculento, todo ello surgido muchas veces de leyendas populares. La obra fundadora del gótico es El castillo de Otranto, de Horace Walpole (1765). Otras obras claves de esta corriente son Vathek (1786), de William Beckford, Los misterios de Udolfo (1794), de Ann Radcliffe, El Monje, de Matthew Lewis, publicada en 1796, Melmoth el errabundo (1820), de Charles Robert Maturin y Manuscrito encontrado en Zaragoza de Jan Potocki. El Romanticismo exploró esta literatura, casi siempre inspiradora de sentimientos morbosos y angustiantes, que alcanzó su máximo esplandor en el siglo XIX, a impulsos del descubrimiento del juego mórbido con el inconsciente.
Aunque Julio Verne cultivó sobre todo los géneros de aventuras y de la ciencia-ficción, existe una novela suya poco conocida que posee las características de la novela gótica: El castillo de los Cárpatos. Dicha novela es considerada como una "rara avis" en la produción de Verne y suele considerarse como su única incursión en el género de la novela gótica con todos los elementos que la caracterizan: un castillo tenebroso abandonado, una bella cantante de ópera supuestamente secuestrada por un malvado noble (el Barón Gortz), un héroe enamorado dispuesto a rescatarla hasta enloquecer, supersticiones populares sobre fantasmas y aparecidos, etc... Escrita cinco años antes que Drácula comparte no pocos elementos comunes con la obra de Bram Stoker.
Sin embargo, obras de pleno siglo XIX como Té verde, de Sheridan Le Fanu, Frankenstein, de Mary Shelley, El corazón delator, de Edgar Allan Poe, y, más adelante, Janet, Cuello Torcido, de R. L. Stevenson, Drácula, de Bram Stoker, El Horla, de Guy de Maupassant, Otra vuelta de tuerca, de Henry James, etc., puede decirse que superan el terror gótico, pues no reúnen las citadas características. Salvo en casos excepcionales, tienden al formato corto del cuento en menoscabo de la novela; no se recurre a las monjas ensangrentadas, ni son elementos necesarios los aullidos espectrales y los truenos, rayos y centellas de tormentas; no tienen por qué transcurrir en escenarios ruinosos, castillos y monasterios medievales; los fantasmas que presentan no están "encadenados"; apenas tienen que ver con leyendas populares... Por lo tanto pueden considerarse ya como obras plenamente representativas del terror moderno que alcanzará a nuestros días, si bien en este punto la opinión de los críticos está dividida.
En los relatos góticos se advierte un erotismo larvado y un amor por lo decadente y ruinoso. La depresión profunda, la angustia, la soledad, el amor enfermizo, aparecen en estos textos vinculados con lo oculto y lo sobrenatural. Algunos autores sostienen que el gótico ha sido el padre del género de terror, que con posterioridad explotó el fenómeno del miedo con menor énfasis en los sentimientos de depresión, decadencia y exaltación de lo ruinoso y macabro que fueron el sello de la literatura romántica goticista.
El escritor romántico español Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) incluyó en sus Leyendas algunos relatos de miedo muy meritorios como Maese Pérez, el Organista, El Miserere y El Monte de las Ánimas.
A fines del siglo XIX, Oscar Wilde tomó este subgénero con humor en su relato El fantasma de Canterville.
Los cantos de Maldoror de Isidore Ducasse -Conde de Lautréamont- es una obra considerada como precursora del surrealismo. No obstante, contiene elementos narrativos que permiten rastrear rasgos e influencias de obras como Melmoth, como lo señala Marcelyn Pleynet en su estudio sobre Lautréamont. En el caso de maldoror, éste es presentado como un ser que mediante la metamorfosis acecha a los hombres. Maurice Blanchot y Gaston Bachelard analizan el bestiario de las formas animales adoptadas por Maldoror; éste suele denominarse a sí mismo con los apelativos de: El vampiro, aquel que no sabe llorar, el montevideano, entre otros.
La escritora norteamericana Anne Rice, cuyas obras mezclan lo cotidiano con historias de vampiros y de erotismo oscuro, ha tratado de revitalizar, temáticamente, el terror gótico. H. P. Lovecraft, por su parte, lograría sintetizar en las primeras décadas del siglo XX la tradición que partía de lo gótico con la ciencia ficción contemporánea. Actualmente lo gótico aparece en algunos autores (al menos en determinadas obras): Angela Carter, P. McGrath, A. S. Byatt, etc.
Durante el periodo comprendido entre 1820 y 1896 encontramos distintos tipos de gótico:

1. La alta (o pura) novela gótica, como El monje de Lewis, trataba de aterrorizar, horrorizar, impresionar, asustar y emocionar al lector más allá de su memoria racional. Lo sobrenatural es siempre maligno e incontrolable. Los exteriores estaban caracterizados por sublimes pero terribles paisajes, frecuentemente nocturnos o subterráneos. Sus interiores se distinguían por un tono de alta agitación, ansiedades no resueltas, miedos, euforia poco natural y desesperación.

2. Las novelas por entregas: numerosísimos fascículos de horror, muy baratos, con una extensión de entre 36 y 72 páginas y que variaban enormemente en calidad artística.

3. El gótico polémico: varios escritores con conciencia social transformaron la novela gótica popular en un instrumento de protesta social, empleando los decorados y situaciones góticas para llamar la atención sobre horrores sociales o políticos tales como las leyes injustas o la lamentable situación de la mujer. El gótico polémico intentaba edificar además de horrorizar a los lectores combinando el terror gótico con una ideología radical para despertar la conciencia social y cambiar las opiniones de los lectores sobre ciertos asuntos. La confinación en de un castillo encantado se convierte en detención dentro de una sociedad que niega la libertad y la identidad individuales. Este es el caso de la novelas de Dickens y de las hermanas Brontë.

4. El drama gótico: muchas obras de teatro eran adaptaciones condensadas de novelas, especialmente de los trabajos de A. Radcliffe. Un decorado sensacionalista, tormentas falsificadas, dramaturgia espectacular, efectos melodramáticos reproducidos mecánicamente y diálogos operísticos concedieron a las piezas teatrales góticas un periodo de popularidad y de atractivo audiovisual al mismo nivel que las novelas góticas. Un ejemplo lo encontramos en la mencionada Presumption or The Fate of Frankenstein (Richard Brinsley Peake, 1823).

5. La parodia o sátira gótica: el absurdo exceso del gótico estimuló dos clases de parodia o sátira. La parodia crítica o correctiva aceptaba el gótico, pero deseaba elevar su nivel artístico. La sátira destructiva, por el contrario, intentaba erradicar el gótico y reemplazarlo con una narrativa realista y plausible. La abadía de Northanger (1818), de Jane Austen, es un buen ejemplo de parodia correctiva.

6. La novela gótica francesa (roman noir) reflejó los horrores políticos y religiosos precipitados por la Revolución francesa, como es el caso de la novela del marqués de Sade Justine (1791).

7. La novela gótica alemana (Schauerroman) o “novela de escalofrío” influenció la narrativa de terror inglesa con lo inmoderado de sus elementos sobrenaturales y sus descarados horrores. Fantasmas sangrientos, cuerpos ambulatorios y relaciones sexuales con demonios eran sucesos frecuentes en la Schauerroman. Dentro de esta línea encontramos Los elixires del Diablo de E.T.A. Hoffmann (1815).

Cada uno de estos tipos de gótico temprano florecería de nuevo en la segunda mitad del siglo XIX, cuando el goticismo fue subsumido por la historia de fantasmas, la novela histórica, la novela de detectives y las novelas por entregas. En lugar de escapar del gótico temprano, los cuentos de terror de la época victoriana demostrarían la elasticidad del gótico adaptando muchos de sus temas y rasgos formales. En los relatos de terror de 1825 a 1896 los espectros y monstruos se fueron trasladando gradualmente a la psique. El gótico posterior a 1820 retuvo los recursos, los lugares y los miedos a lo desconocido y a lo no conocible, adaptándose a las preocupaciones de su época liberando, más que los demonios exteriores, los demonios interiores.

Aunque la narración gótica se continuaría escribiendo y leyendo en forma de largas novelas en varios volúmenes, la mayoría de los escritores de la época descubrirían el valor de la brevedad inherente al cuento de terror. Novelistas como Dickens en Inglaterra y Hawthorne en Estados Unidos escogieron a menudo la narración breve como vehículo para sus cuentos de terror. Edgar Allan Poe, que añadió al lenguaje e imaginería gótica sus propias obsesiones, limitó casi toda su producción gótica a la narrativa breve al tiempo que insistía en la necesidad artística de la brevedad en sus escritos críticos. Como señala Julia Briggs, “un terror que es efectivo durante treinta páginas rara vez puede ser sostenido en trescientas.”1

Características de la Novela Gótica

Según el ensayista César Fuentes Rodríguez, entre las características específicas de la novela gótica se encuentran las siguientes
  • La intriga se desarrolla en un viejo castillo o un monasterio (importancia del escenario arquitectónico, que sirve para enriquecer la trama)
  • Atmósfera de misterio y suspense (el autor crea un marco o escenario sobrenatural capaz, muchas veces por sí mismo, de suscitar sentimientos de misterio o terror)
  • Profecía ancestral (una maldición pesa sobre la propiedad o sobre sus habitantes, presentes o remotos)
  • Eventos sobrenaturales o de difícil explicación
  • Emociones desbocadas (los personajes están sujetos a pasiones desenfrenadas, accesos de pánico, agitaciones del ánimo tales como depresión profunda, angustia, paranoia, celos y amor enfermizo)
  • Erotismo larvado (bajo la atmósfera de misterio laten conflictos amorosos mal resueltos y oscuros impulsos sentimentales. El paradigma de la doncella en apuros es muy frecuente; los personajes femeninos enfrentan situaciones que producen desmayos, gritos, llanto y ataques de nervios. Se apela al sentido de compasión del lector presentando una heroína oprimida por angustiosos terrores que, normalmente, se convierte en el foco de la trama. Otro paradigma insoslayable es el de la figura masculina tiránica; suele tratarse de un padre, rey, marido o guardián que requiere de la doncella una acción indigna o inadmisible, sea el casamiento forzado, el sacrificio de su castidad o alguna acción todavía más siniestra)
  • Falacia patética (las emociones de los protagonistas intervienen en la apariencia de las cosas, o bien el clima que rodea una escena define el estado de ánimo de los personajes)

El terror moderno

 

 
El terror moderno es la etapa de la literatura de terror que se desarrolla ya a partir de la primera mitad del siglo XIX por obra de precursores, como el norteamericano Edgar Allan Poe (1809-1849) y el irlandés Joseph Sheridan Le Fanu (1814-1873), cuyas aportaciones, especialmente el llamado terror psicológico, supusieron una profunda transformación de la literatura de terror gótico anterior, de raíces estrictamente románticas, y que, como se ha visto, utilizaba como principal recurso el "susto" y otras técnicas que hoy podrían pasar por anticuadas y rudimentarias.

Historia

Ya en las postrimerías del siglo XIX el cuento de horror o de fantasmas experimentaría nuevamente un gran avance a resultas de las aportaciones de los grandes cultivadores que encontró esta modalidad en Inglaterra (alguno sería de otra nacionalidad, como el francés Guy de Maupassant), en las épocas victoriana y eduardiana. Autores como Robert Louis Stevenson, M. R. James, Henry James, Saki (Héctor Hugh Munro) y Arthur Machen, entre otros, ejercerían una profunda renovación de estilos, temas y contenidos que, ya en pleno siglo XX, acabaría desembocando en el último autor mayor del género: el norteamericano Howard Phillips Lovecraft (1890-1937). Con él, el género macabro experimentaría nuevamente un giro de 180 grados.
Este autor, cuyo principal referente, según él mismo confesaba, era su compatriota Poe, fue el creador del llamado "cuento materialista de terror" (por oposición al "espiritualismo" a ultranza propio del relato de fantasmas tradicional). Introdujo, además, en el género elementos y contenidos propios de la naciente ciencia-ficción, lo que tendría amplias repercusiones en toda la literatura y el cine posteriores. Lovecraft, orientándose en principio a partir de las subyugantes fantasías que le proporcionaba su propio mundo onírico, supo conciliar éstas con las enseñanzas de autores de su predilección como Edgar Allan Poe, Lord Dunsany, Ambrose Bierce, Algernon Blackwood y William Hope Hodgson, lo que dio como resultado la asombrosa invención de una nueva mitología pagana, los Mitos de Cthulhu, a través de la cual logró dar cumplida expresión a los muchos terrores y obsesiones que anidaban en su personalidad enfermiza. Sin embargo, en ocasiones se ha achacado a Lovecraft un estilo encorsetado, abundante en adjetivos y fórmulas repetitivas, que hace que sus argumentos pueden predecirse con facilidad a medida que el lector asimila la técnica del autor.
Es necesario mencionar en este punto al grupo de autores que acompañó a Lovecraft en su alucinante periplo literario, publicando relatos en la famosa revista norteamericana Weird Tales, unos pertenecientes al Círculo de Lovecraft y otros independientes: Robert Bloch, Clark Ashton Smith, Fritz Leiber, Frank Belknap Long, Henry Kuttner, Seabury Quinn, August Derleth, Robert E. Howard, Donald Wandrei, etc., algunos de ellos, a juzgar por la opinión de los críticos, de valores literariamente discutibles.
No es tan conocido como las versiones cinematográficas de sus obras, pero la novela Psicosis de Robert Bloch es uno de los últimos textos que se han añadido al canon de la literatura de terror. otras de sus novelas destacadas son Cría cuervos y Pirómanos. Fritz Leiber y Henry Kuttner escribieron sobre todo novelas de fantasía y ciencia ficción. La mayor contribución de August Derleth ha sido la edición de los textos de Lovecraft. Robert Erwin Howard centró su atención más en fantasía épica, como Conan y Sonya la roja, entre otros personajes igualmente famosos, particularmente por las versiones cinematográficas y los cómics.
Uno de los modelos de Lovecraft es el autor inglés, ya citado, William Hope Hodgson al cual se considera un precursor del género de terror materialista creado por aquel. Nacido en 1875 y muerto en 1918, su obra "La casa del fin del mundo" narra en primera persona las peripecias del habitante de una pequeña aldea irlandesa que es raptado por unos seres mitad hombres, mitad bestias, y transportado a otra dimensión.
Pero el escritor que gran parte de la crítica sitúa al lado de Poe, Lovecraft y Maupassant en el panteón de ilustres cultivadores del miedo, es el norteamericano Ambrose Bierce (1842-1914?), quien a través de contundentes filigranas como Un terror sagrado, La ventada cegada y La cosa maldita se evidenció como maestro absoluto en la recreación de tensas atmósferas desasosegantes en medio de las cuales estalla de pronto un horror absorbente y feroz.
El tópico del hombre lobo fue introducido en el género por Guy Endore, con su novela "El hombre lobo en París", 1933, aunque hay claros antecedentes en Capitán de lobos de Alejandro Dumas padre. El texto más famoso del género, curiosamente, es un cuento sobre las nieves del Klondike.
La última hornada del género de terror cuenta con figuras literariamente controvertidas, la mayoría procedentes del mundo anglosajón, como Stephen King, Ramsey Campbell y Clive Barker, autores de gran número de best-sellers, algunos de los cuales han sido adaptados con éxito al cine. En los últimos años, la producción de este género se ha trasladado, en gran parte, desde el campo de la literatura al de la cinematografía, la historieta, la televisión y los video-juegos, dando origen a un nuevo subgénero de terror, el gore, caracterizado por el fácil recurso a las escenas sangrientas y la casquería barata.
Stephen King resulta muy controvertido por la enorme difusión que ha alcanzado, pero se debe matizar entre la enorme cantidad de textos que ha escrito, pues los hay de altos vuelos literarios como Danza macabra, Salem´s Lot y Estaciones diferentes, hasta los francamente decepcionantes, aunque muy conocidos, como El ciclo del hombre lobo. Los textos de Clive Barker frisan con el gore; basta con leer títulos como: Libros de sangre, aunque hay algunos sumamente experimentales, como Cabal y otros que han tenido gran difusión por sus versiones cinematográficas, como Hellraiser. Ramsey Campbell, T. E. D. Klein, Brian Lumley y Anne Rice podrían figurar aparte. Anne Rice, pseudónimo, es famosa por Entrevista con el vampiro, la versión cinematográfica, pero sus mundos, Crónicas vampíricas y Brujas son sumamente complejos. Al primero pertenecen, además de la novela ya citada, sus continuaciones Lestat, La reina de los condenados, de la que también existe una versión cinematográfica, y El ladrón de cuerpos. Últimamente unió ambas series en varias novelas.
Entre los últimos autores del género, se encuentran J. C. Smith, autora de las novelas que dieron lugar a la serie Diarios de un vampiro y John Ajvide Lindqvist, autor de Dejame entrar.
EL TERROR EN LA LITERATURA. Sin duda, leer novelas de misterio y terror es un ejercicio práctico, pero si ustedes quieren estrenarse en tan tétricos y sinuosos géneros, quizá no esté de más alguna que otra lección teórica. Como las que imparte aquí uno de los maestros, Lovecraft, creador de los mitos de Cthulhu, quien nos descubre la razón por la que unas líneas le pueden poner todos los pelos de punta. Aunque sea usted Yul Brinner. H.P. Lovecraft. Backlist. 160 pág. 16,50 €.
LA URNA SANGRIENTA. El edificio de la literatura gótica se construye con ladrillos tenebrosos, con mármoles fríos y mortuorios, con panteones siniestros, nieblas, pasadizos, terrores. En España pocos, muy pocos, han sido los seguidores de este género en el que las cerraduras siempre chirrían y las estatuas lloran sangre. El cura (y liberal) Pérez y Rodríguez (1804-1868) fue uno de ellos. Y esta novela, un fantástico ejemplo de la cartografía narrativa gótica. Pascual P. y Rodríguez. Siruela. 296 pág. 19,95 €.
EL FACTOR SCARPETTA. Última y desasosegadora entrega de las peripecias de la forense Kay Scarpetta, que deja a los chicos de Grissom y el CSI a la altura de una pandilla de principiantes. Cornwell vuelve a afilar su bisturí y a poner sobre la mesa de disección a la sociedad neoyorquina y a muchos de sus más oscuros recovecos, hipocresías e instintos tan básicos como criminales. Una novela con la desoladora, milimétrica y exacta precisión de una autopsia. Patricia Cornwell. Ed. B. 488 pág. 21,50 €
EL MANUSCRITO DE NIEVE. Aún no es un hombre tan hecho y tan derecho como para escribir «La Celestina», pero el joven Fernando de Rojas es el mejor pesquisidor de su espacio y su tiempo, la Salamanca de finales del siglo XV. Rojas se sumerge en la Salamanca la Nuit, en los barrios donde corren los naipes, los dados y el vino, entre mujeres de vida más que alegre, y un asesino que tiene en jaque a la Universidad y la ciudad castellanas. Este saga detectivesco-salmantina ya es un clásico. Luis Gª Jambrina. Alfaguara. 288 pág. 18,50 €
UN TERRITORIO OSCURO. McDermid demuestra en esta obra, ambientada en la terrible huelga minera de los 80 en Gran Bretaña, que muchas veces la novela negra es la narrativa que más está al cabo de la calle y es la auténtica literatura social de nuestros días. Esquiroles, sindicalistas, secuestros, crímenes salpican la narración de esta mujer apasionada de Stevenson, su paisano. Bajo la aparente tranquilidad de un pueblo, la maldad acecha. Val McDermid. RBA. 439 pág. 14 €
LA ESTUDIANTE. Tercera entrega de las aventuras, cotilleos y alardes detectivescos del peluquero Tomas Prinz, que entre cardado y permanente, resuelve los crímenes más horrendos de Múnich. El autor no abusa de la casquería y usa la trama como fantástica (y divertida) manera de mostrarnos la realidad cotidiana. Sabido es que el sillón de una peluquería femenina es lo más parecido a un confesionario. Christian Schüneman. Siruela. 224 pág. 18,95 €
BLANCO NOCTURNO. Tres importantes premios jalonan la andadura de esta apasionante novela: el de la Crítica española, el Rómulo Gallegos y el Hammet de la Semana Negra de Gijón. No es extraño, porque Piglia se ha «salido» con este título que detalla al milímetro cómo las relaciones familiares pueden convertirse en un humeante infierno. Y también cómo un pequeño pueblo de La Pampa en los 60 puede ser escenario de pasiones shakespearianas. Ricardo Piglia. Anagrama. 304 pág. 19 €
LA CARRETERA. Tienen razón. Pero es y será siempre estremecedora. Mucho más aún que la película homónima, con un fantástico Viggo Mortensen. Las imágenes suelen valer más que mil palabras, pero las de McCarthy dan mucho más miedo por escrito que fotograma a fotograma. Con la que está cayendo, la descripción de la Tierra masacrada que consigue el autor norteamericano tiene la pinta de ser, más que un futuro imperfecto, un presente de indicativo. Cormac McCarthy. Mondadori. 224 pág. 19 €
SOLARIS. Ciencia-ficción con mayúsculas, a años luz del universo pirotécnico de «La guerra de las Galaxias». Lem, sin ningún exceso te retuerce las tripas. Unos hombres más abandonados que destinados en una remota estación espacial tienen que enfrentarse a una inteligencia no humanoide que no tiene mucho interés en hablar con nuestros congéneres. Los filmes homónimos dirigidos por Tarkovsky (1972) y Steven Soderbergh (2002) no acabaron de hacerle justicia a este asfixiante texto. Miedo interestelar. Stanislaw Lem. Impedimenta. 296 pág. 21 €
EL CRIMEN DE LAS MEDIAS DE SEDA. Coetáneo de Agatha Christie, Berkeley (1893-1971) fue miembro destacado de la edad de oro de la novela inglesa de misterio de los años 30. Este es un libro de los de antes, con un protagonista, el detective aficionado Roger Sheringham, de los que no se olvidan. Además, la penetración psicológica del autor inglés es de las que te ponen el cerebro a toda máquina. Anthony Berkeley. Lumen. 312 pág. 20,90 €

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